Aglomeración
en el Metro de Madrid en plena crisis sanitaria | Público
Adrián Claudio Bonache (@otroadri)
A raíz de la pandemia del coronavirus, han sido muchos
los mensajes que se han difundido para intentar concienciar a la sociedad sobre
la gravedad de la situación y la expansión del virus. Se han utilizado
diferentes formatos para que los mensajes lleguen al máximo número de personas
posibles. Desde las instituciones y poderes políticos los spots han tenido una
enorme presencia en las redes sociales y diferentes vías del entorno digital.
La Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias lanzó La última copa, un spot que se publicó con la intención de concienciar a los jóvenes sobre los riesgos del coronavirus. En él se muestra a un grupo de amigos celebrando una fiesta y termina con una de las asistentes contagiada en la cama de un hospital. La misma línea sigue este corto del director y guionista Willy García, donde un joven que también se encuentra en una fiesta es informado de que su abuela está ingresada en el hospital en estado crítico.
También desde el Gobierno de Canarias se elaboró otro spot llamado El último regalo. En este caso, la irresponsabilidad recae en una reunión familiar que celebraba un cumpleaños y finaliza con el abuelo, que era el cumpleañero, entubado en una cama de hospital.
Los intereses y manipulaciones de estos mensajes han
provocado que el intento de concienciación se distancie de los orígenes de los
problemas, que recaen en las políticas de gestión de esta crisis sanitaria.
Además, han desembocado en la criminalización de ciertos sectores de la
sociedad (en este caso de los más jóvenes), pues se han utilizado estereotipos
surgidos de la brecha generacional. Pero, no conformes con esto, también se han
señalado las reuniones familiares como uno de los principales actos que han
condicionado la lucha para frenar la expansión del virus.
Esta visión implantada en los spots analizados y
comentados no solo ha tenido una gran repercusión en España, sino que también
ha sido la norma más allá de nuestras fronteras. En Italia, por ejemplo, las
autoridades de Véneto también fijaron la mirada en la juventud a través de Happy Hour?, un spot donde se intentaba
concienciar a la población sobre la situación a pesar de la desescalada, dando
a entender que, a pesar de los avances, cualquier acto individual como acudir a
una fiesta, podría significar un paso hacia atrás en la lucha contra la
pandemia.
En conclusión, las redes sociales y
distintas vías digitales han sido aprovechadas por los poderes políticos para
manipular a la ciudadanía, exigiéndole una responsabilidad que no tiene y metiendo
miedo por las posibles consecuencias que pueden tener los actos (no solo en uno
mismo, sino en los familiares, amigos y personas cercanas). A través de la comunicación han establecido la
responsabilidad de las instituciones en un segundo lugar, dando prioridad a una
responsabilidad individual que no puede hacer más allá de lo que está en sus
manos.
Estos spots no han buscado la unión social para remar en el mismo sentido contra un problema sanitario y unas consecuencias sociales que nos afectan a todos. Todo lo contrario. Han segregado a la sociedad a través de los falsos estereotipos generacionales. Han hecho que se busquen culpables donde solamente había inocentes y han encubierto la nefasta gestión política y la ineptitud de nuestros gobernantes que han priorizado la economía a la salud pública.
En todos los spots y diferentes mensajes nos repiten
que nuestros actos y decisiones en estos tiempos de crisis sanitaria son
fundamentales para cuidar de nuestras familias. Pero los contagios en el ámbito
laboral, siendo uno de los principales focos de transmisión del virus, no
suenan por ningún lugar ni medio de difusión. ¿En los trabajos y en el camino a
ellos, por ejemplo, quién les cuida?
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