Donald Trump, 45º presidente de Estados
Unidos | Fuente: Amnistía Internacional
Adrián
Claudio Bonache (@otroadri)
Donald Trump,
quien fue presidente de Estados Unidos desde enero de 2017 hasta enero de 2021,
se ha encontrado en el foco mediático en múltiples ocasiones debido a diferentes
decisiones, declaraciones y actuaciones (tanto en la política interna estadounidense
como en la geopolítica internacional) que han ocasionado vergüenza a la ciencia
política, a los DD.HH. y valores democráticos.
En primer lugar, cabe destacar una de las últimas
decisiones ejecutadas por Donald Trump durante su mandato: militarizar las
ciudades estadounidenses en general y Washington en particular durante las masivas
protestas ciudadanas que estuvieron encabezadas por Black Lives Matter,
un movimiento internacional originado por la comunidad afroamericana. Todo ello
después del asesinato racial de George Floyd a manos de las fuerzas de
seguridad de Estados Unidos. Trump terminó escondiéndose en un búnker.
En segundo lugar, también es importante mencionar el papel
de Trump en la gestión del país ante la crisis sanitaria del Covid-19. Durante
las primeras semanas de incertidumbre, el epidemiólogo de la Casa Blanca, Anthony
Fauci, afirmó que desde el Gobierno se predecía llegar a un registro total entre
100.000-200.000 fallecimientos. No obstante, esta cifra aumentó considerablemente.
Mientras tanto, Trump incitaba a los ciudadanos estadounidenses a beber lejía
para hacer frente al virus.
Aunque existen aspectos internos menos conocidos con
el mismo nivel de peligrosidad. Uno de estos aspectos se encuentra sustentado
por la desigualdad de clases y el racismo social e institucional estadounidense.
Se trata de la existencia de empresas cuya principal función es obtener
sangre para después comerciar con ella, es decir, empresas que hacen
negocio con sangre. Éstas se ubican en los barrios con mayor tasa de
marginalidad y en la frontera con México, siendo las personas más vulnerables
su principal y único objetivo de captación. Además, dichas empresas no suelen
estar bajo una exhaustiva regulación institucional, ya que pueden trascurrir
años sin recibir inspecciones. Por ello, la salud de los donantes de sangre se
encuentra meramente bajo los intereses de lo que la periodista Helena Villar
califica como neovampirismo capitalista en su libro Esclavos Unidos.
La otra cara del American Dream.
Por otra parte, Trump avergonzó al mundo cuando se
hizo público el trato de menores inmigrantes alejados de sus padres y encerrados
en grandes jaulas donde apenas les eran proporcionados alimentos, agua o un
colchón en el que poder dormir. Todo ello por ser personas indocumentadas. En
esas “cárceles” diseñadas para niños, los menores podían llegar a estar incluso
años antes de volver a reencontrarse con sus familias.
Pero la crueldad no termina ahí. Estados Unidos es un
país que siempre se encuentra presente en los asuntos internacionales. Esto se
debe al poder e influencia que ejerce sobre alianzas como la OTAN u organizaciones
como la ONU. Pero también es bien conocido por las injerencias de la
Casa Blanca en Estados soberanos e independientes, alterando resultados
electorales y avivando la tensión social en diferentes países, especialmente de
Latinoamérica. Un ejemplo muy esclarecedor se basa en el golpe de Estado que
se consolidó en Bolivia en 2020 y que estuvo marcado, entre otras cosas,
por el asesinato de 37 civiles. La oposición golpista boliviana mantuvo
contacto directo con la embajada de Estados Unidos durante los días previos a
la celebración de la jornada electoral. Asimismo, bajo la dirección de Trump,
se filtraron audios en los que se aseguraba que realizarían un golpe de Estado
con la ayuda de los informes de la Organización de los Estados Americanos (OEA),
cuyo 60% de financiación proviene de Estados Unidos.
Cada día es más notoria la barbarie e inhumanidad
estadounidense sustentada por el propio Gobierno y el libre mercado que condiciona
la política a tal nivel que llega a ser dueño de un sistema político en su totalidad.
Para ello, las personas pobres han de ser consideradas esclavas, mientras que
la minoría multimillonaria hace y deshace como le venga en gana lo que tenga a
su alcance, es decir, todo. Desde la violación de derechos humanos de menores de
edad tratados como delincuentes por no tener la documentación necesaria hasta
la producción de un discurso digno de película hollywoodiense para invadir Estados
soberanos y robar sus recursos naturales. La cuestión es explotar, da igual que
se trate de personas que de recursos. Explotación en la que Donald Trump, al
igual que cualquier despiadado que ha llegado al poder en Estados Unidos, ha
sido partícipe.
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