Construcción de una segunda personalidad en los círculos digitales: realidad o simulación, ¿qué pesa más?
Fuente:
pixabay
Adrián Claudio Bonache (@otroadri)
El espacio digital se encuentra presente en la vida
cotidiana y, en consecuencia, aparece un ordinario digital que intenta
explorar el uso de las redes sociales e Internet y el impacto que tiene entre
la ciudadanía. Para ello, Amparo Lasén, profesora de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, ha investigado
sobre el uso de los selfies.
Para comenzar, cabe destacar la pornificación
de los selfies desarrollada en el contenido de todas las generaciones,
aunque Amparo Lasén afirma que se aprecia más fácilmente en las generaciones
más jóvenes. Existe una tendencia a pensar que este fenómeno es actual, pero
realmente ya se estableció en los siglos XVIII-XIX, cuando muchos burgueses
llevaban en sus carteras una pintura en miniatura de los senos de una mujer. Es
por ello que, a pesar de las diferencias sociales que puedan influir en las
motivaciones de la pornificación de las imágenes, este fenómeno no se ha creado
recientemente, sino que se trata de una continuación evolucionada de lo que ya
sucedía durante siglos anteriores.
Otro aspecto que impera en las redes sociales es el
lenguaje corporal o las posiciones que las personas toman en las fotografías.
En particular, llama la atención las imágenes que se toman dando la espalda a
la cámara, donde lo más destacable es el fondo de la imagen. En este aspecto,
durante épocas anteriores los miembros de la nobleza y de la clase social
privilegiada se posicionaban de espaldas para mostrar rasgos de la personalidad
de cada uno de ellos. ¿Es posible que actualmente exista relación con esta
intención o significado? Probablemente este tipo de imágenes publicadas en las
redes sociales tengan más aspectos en común de los que parece con el
significado que se les otorgaba en épocas anteriores. Por este motivo, sería
interesante indagar en dos factores: en primer lugar la vergüenza, ya
que no todas las personas tienen la misma facilidad para mostrar su físico (o
incluso identidad) en las redes sociales. Y en segundo lugar la estética,
pues la facilidad de acceso a una cámara (en los teléfonos móviles, por
ejemplo, que son los dispositivos más al alcance y más utilizados) permite que
se puedan hacer fotografías en cualquier momento, por lo que se busca más la
perfección que la captación del instante como tal. Además, si la intención es
publicar la fotografía en las redes sociales, mucha gente buscará salir en ella
al nivel más “aceptable” para conseguir la aprobación de su círculo digital.
Las redes sociales permiten construir círculos o
grupos digitales donde, en ocasiones, aparece la función de representar una vida
paralela de las personas. Es decir, una identidad o imagen personal que no
siempre está totalmente relacionada con la personalidad o apariencia que se
tiene en la vida real. ¿Por qué surge la necesidad de cuidar esa imagen
digital? ¿Cuáles son los límites que se establece cada persona en esa
“vida digital”? Tal vez la respuesta se encuentre en las dinámicas existentes
en nuestro círculo social (que no tienen que ser las mismas que las de otros
grupos de personas ajenas y, por lo tanto, tampoco tienen que ser los mismos
límites). Pero todos estos comportamientos incitan a plantearse algunas
cuestiones posiblemente más importantes debido al impacto que puede tener en el
desarrollo personal y en la autoestima de la gente: ¿por qué en algunas
ocasiones el bienestar está más ligado a la aprobación social que al
sentimiento personal de uno mismo? ¿Por qué la conducta de seducción otorga más
importancia al físico que a la personalidad? ¿Hasta qué punto puede suponer un
peligro que los sentimientos hacia uno mismo y hacia otras personas pase por la
apariencia que muestran las fotografías, la popularidad digital o las reglas de
la “perfección” marcadas por el exhibicionismo en las redes sociales?
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