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Complicidad fascista ante las cámaras

 

Adrián Claudio Bonache (@otroadri)


La impunidad del fascismo es absoluta en la política española y azota el débil carácter democrático que tiene este país. Los silencios y la complicidad de muchos han consolidado a la ultraderecha en las instituciones, encargándose así de que la transformación política y social sea hoy en día una auténtica utopía.

La gota parece haber colmado el vaso. Así se ha visto en el reciente y vergonzoso debate electoral organizado en la Cadena SER, donde se ha visto de todo menos lo que realmente preocupa e interesa a los ciudadanos de cara a las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid del 4 de mayo.

Ayuso se negó a asistir al debate. Justo la que más explicaciones tiene que dar sobre la situación en la Comunidad de Madrid, sobre las colas del hambre, la situación sanitaria, las muertes de ancianos en las residencias por su decisión de dejarles desamparados sin posibilidad de ser trasladados a los hospitales, el proceso de vacunación… A esto se ha sumado el espectáculo ofrecido por la candidata de VOX, Rocío Monasterio, que desde el primer segundo ha focalizado su discurso (si se puede llamar discurso) a enfrentarse al resto de candidatos, despreciarlos a golpe de faltas de respeto y difundiendo bulos para atacar a los más vulnerables. Pero todo esto sin aportar ni una sola propuesta real para los madrileños y madrileñas.

Además, el candidato de Unidas Podemos ha abandonado el debate después de que la ultraderechista, Rocío Monasterio, pusiese en duda las amenazas recibidas por Pablo Iglesias a través de un sobre que contenía cuatro balas y una carta en la que amenazaban a su familia con la pena capital. Esta amenaza también la han sufrido el ministro del Interior, Grande-Marlaska (al que ahora sitúan como víctima), y la directora general de la Guardia Civil, María Gámez. En consecuencia, Mónica García (Más Madrid) y Ángel Gabilondo (PSOE) también se han negado a sentarse con los ultras.



No ha sido un caso aislado en absoluto. Hace unos meses, en un chat de militares retirados, se habló de “fusilar a 26 millones de españoles”. VOX ha defendido claramente “terapias” para homosexuales y ha llevado a cabo una profunda campaña racista contra los menores extranjeros no acompañados. Insisto en lo de menores. Niños y adolescentes en el punto de mira de un partido con representación institucional y de todos sus votantes. Menores que han sido agredidos por adultos e incluso les han lanzado explosivos en los centros donde viven.

¿Cómo ha podido llegar la situación política hasta este límite? Ahora son muchos los que no encuentran respuesta o no la quieren encontrar. La tienen delante de sus ojos, a escasos metros de sus sillas. Comparten cámaras y plató. El ascenso del fascismo no hubiese sido posible sin el blanqueamiento de los ultras por parte de los que se hacen llamar medios de comunicación. Lo que estamos viendo durante estos días no es más que los primeros pasos del monstruo que ellos mismos se han encargado de alimentar siendo los altavoces de los discursos que apuntan y criminalizan a grupos vulnerables. Y todo por los billetes, como nos tienen acostumbrados. Son cómplices capaces de vender el poco carácter democrático que tiene España para ganar audiencia a golpe de espectáculo. Esta vez el morbo tiene consecuencias.

Eduardo Inda siempre ha tenido su silla en la mesa de Ferreras y ha sido aceptado por muchos periodistas que se consideran demócratas. Hasta Pilar Gutiérrez, la autodenominada “mujer más franquista de España”, ha sido una opción digna para entrevistar en varios programas televisivos, como por ejemplo Cuatro al día, donde Joaquín Prat terminó expulsándola porque “no se podían permitir” sus declaraciones. Bastante engañoso sabiendo que si invitas a tu programa a una fascista dirá cosas de fascista. ¿A quiénes creen que se dirigen los medios? ¿De verdad creen que la audiencia es tan estúpida como para creer que realmente rechazan esos discursos cuando ellos mismos facilitan su difusión?

La misma línea sigue El Objetivo, donde invitaron a Rocío Monasterio a las entrevistas electorales y posteriormente Ana Pastor denunciaba la actuación de VOX. ¿Tan mal van las audiencias que tienen que blanquear al fascismo y tratarlo como cualquier otra opción?





Es intolerable la complicidad de los grandes medios de comunicación bajo la falsa defensa de pluralidad y libertad de expresión. Y también es totalmente intolerable que los medios no tengan intención de transformación y democratización. Un poder informativo que, a pesar del veto que le ha impuesto la ultraderecha vulnerando el derecho de los españoles a informarse a través del medio que decidan, se ha convertido simple y llanamente en una herramienta de reproducción de discursos que no sirve de nada para la sociedad. Solo son la propaganda más manipuladora que pueda encontrar todo el que quiera consumir información veraz y democrática.

Pero las responsabilidades no se quedan aquí. El Partido Popular y, en cierto modo, Ciudadanos, también han sido los colegas fundamentales para que VOX ocupe el lugar que actualmente tiene. Se ha visto en los pactos que les eran necesarios para presidir distintos gobiernos autonómicos y se continúa apreciando actualmente con una Ayuso que ofreció a Monasterio la presidencia de la Asamblea de Madrid.

No son casos aislados, sino las consecuencias del blanqueamiento del fascismo en el ámbito político, mediático y social. Son muchos los cómplices que han manipulado directamente a la sociedad durante estos años o recurriendo a la equidistancia. Se creían buenos profesionales y han acabado siendo el ejemplo más claro de lo que una sociedad democrática debe rechazar.

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