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Ya están aquí

 

Adrián Claudio Bonache (@otroadri)


Estáis dejando el fututo de vuestros hijos en la más absoluta deriva.
Nosotros, los hijos, estamos dejando que nuestro futuro no cambie del color negro.
Vosotros, los padres, estáis dejando que vuestros hijos estudien (si tienen la suerte de poder estudiar, porque cada día que amanece se hace más complicado) para gastar, para tener “algo” en lo que apoyarse el día de mañana, pues no existe la más mínima garantía de encontrar trabajo por mucho título que se tenga, ni siquiera oportunidades.
Nosotros, los hijos, estamos dejando que nuestros padres vivan para trabajar.

El mercado está lleno de explotación, con sus horas no remuneradas y con unas condiciones estancadas en el abuso. La dignidad laboral está en peligro de extinción. El individualismo atroz en el que la sociedad se ve envuelta está a la orden del día, un pensamiento que nos hace creer que estamos más cerca de la estabilidad económica que de la cola del paro o del arrastre cual gusano en toda entrevista de trabajo, sabiendo de antemano que a lo que aspiramos en esta situación no es más que a pagar el alquiler y llenar el plato de lentejas.

Son muchas las promesas que hemos escuchado y creído, sobre todo por parte del discurso populista de Unidas Podemos que, más que socialdemócrata, se ha convertido en un fiel defensor de las garras de liberalismo. Sin embargo, no ha existido ningún cambio que nos haga pensar que las condiciones de futuro vayan a ser diferentes.

Echamos balones fuera y utilizamos la brecha generacional para iniciar absurdas batallas en las que nos culpamos unos a otros de los problemas de este país, renunciando a los valores colectivos fundamentales para conseguir el cambio radical en todos los ámbitos que se hace más necesario por cada segundo que corre por el reloj. Tras las victorias y derrotas morales, la realidad sigue siendo la misma para todos. Tanto es así que un chaval de 20 y un hombre de 40 compiten por las mismas entrevistas de trabajo, porque ser pobre no te lo quita los años.

Unidas Podemos, el partido que llegaba para asaltar los cielos, consiguió llenar su tarro de confianza; una confianza que ha esparramado por el suelo donde siguen muriendo personas sin hogar; por los sabañones de los vecinos de la Cañada Real que no cuentan con un derecho tan básico como es la luz; por los hogares de las familias más desfavorecidas que no han visto ni van a ver el Ingreso Mínimo Vital; por los silencios que han impuesto a las mujeres feministas que no se dejan callar ni amedrentar; por las suelas de los zapatos de los obreros que se siguen exponiendo al contagio de camino al trabajo; por los libros de los estudiantes que también se exponen a los contagios y a unas matrículas que son incapaces de afrontar; por el dolor de los presos políticos; por los ancianos a los que están dejando morir…

Al fin y al cabo el programa de Unidas Podemos (si en algún momento tuvo algún programa realista y decente a la altura de sus verdaderas aspiraciones) ha quedado en simples promesas que muchos de nosotros algún día creímos. Sabían qué mano agarraban cuando pactaron con el PSOE y conocían el poder que tendrían para cumplir unas promesas que son incapaces de alcanzar. Posiblemente no mientan cuando dicen que no tienen el poder suficiente para hacer todo lo que les gustaría, aunque llegado este momento me atrevería a dar las gracias por ello, pues el tratamiento hacia las feministas radicales que se oponen a sus medidas neoliberales, junto a la defensa de la explotación reproductiva, es la muestra más vigente en el día a día del carácter reaccionario de sus ideales. Un partido que gobierna a través de las redes sociales y que está más interesado en hacerse con una imagen de adalid de la justicia, por ejemplo, demostrando su misoginia cubierta por cientos de capas de purpurina para que el rebaño lo reciba como la más importante muestra de progreso, que no tiene el coraje para enfrentarse a los problemas vitales de la clase trabajadora, no es un partido que merezca ocupar sillones ni un minuto más.

Mintieron a todas las personas que creyeron en ellos como única alternativa para gobernar por los que menos tienen y por los más vulnerables. Desdibujaron toda lucha social y utilizaron a los colectivos vulnerables y discriminados para el engaño. Nos utilizaron a todos para llegar a los sillones, pero los platos de la clase trabajadora siguen siendo los mismos, las oportunidades laborales y los ingresos mínimos siguen sin llegar, los ricos se hacen cada vez más ricos con la colaboración de la CEOE (los colegas del Gobierno), y los pobres cada vez más pobres, viendo que seguirán viviendo para trabajar.

Aplaudir al líder, defender unos intereses burgueses, criticar al obrero e ignorar al muerto. En eso se han convertido. Ya están aquí, ¿y ahora qué?


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