Los
medios de comunicación, en su mayoría, se han convertido en herramientas propagandísticas,
renegando de un papel social y convirtiéndose en medios de adaptación para el sistema capitalista. Ahí se halla el
problema, en la censura impuesta por la evolución y adaptación del capitalismo
en lo que debería ser información libre a servicio del pueblo. Y aquí también
se encuentra el enorme reto del periodismo independiente que lucha diariamente
contra el sistema mediático impuesto por la censura que anula cualquier
posibilidad de ejercer libremente el oficio si no cumples con las normas y el
discurso establecido por un poder económico que ha enterrado toda libertad de
información y atenta constantemente contra la opinión pública.
Esta
función como medios de adaptación, ya sea a corto o largo plazo, está condenada
a desaparecer, dado que el trabajo independiente cada vez tiene más peso entre
tanta desconfianza social hacia los medios de comunicación tradicionales. Dicho
de otra forma, la crisis de credibilidad
que sufre el sistema informativo en manos de unos pocos, en la de los grandes
grupos de comunicación, posiblemente no sea más que el principio de una
necesaria transformación en todos
los aspectos que acontecen a la información, teniendo como fin la democratización
de los medios de comunicación, que solamente será posible cuando el
internacionalismo mediático, la contextualización y las oportunidades tengan
más espacio que el morbo que hoy habita en todas las redacciones y el color de
los billetes que llenan los bolsillos de los propagandistas.
Iñaki López como figura de lacayo de un medio de adaptación. No
tiene reparo en compartir plató con Eduardo
Inda (condenado por desinformación), pero bloquea a toda aquella persona
que discrepe con él. Una forma más de excluir en el debate a quienes menos voz
tienen.
Iñaki López, un estómago agradecido que utiliza su poder de difusión como periodista para reírse del desarrollo científico de países como China en la investigación de la vacuna contra el coronavirus, a la vez que él no supone ningún peligro para un poder político que no ha sido capaz de tomar medidas eficaces y que celebran la simple restricción de horarios como un éxito en la lucha por la salud pública. Aunque al fin y al cabo es normal, pues nadie muerde la mano que le da de comer.
Difíciles
tiempos corren para el periodismo (especialmente el político), también por el
narcisismo de los que, desde su posición de privilegio en este mundillo de
titiriteros que han formado, solo les falta considerar su ombligo como sujeto
político revolucionario para caminar hacia cualquier transformación que al
final no deja de ser la continuidad
de la putrefacción mediática.
Becarios que no son considerados como "uno más de los nuestros", sino como el mindundi que ha de dejarse explotar, callar y soportar lecciones de los peces gordos. Todo parece estar podrido, desde lo que puede analizar el lector hasta lo que se queda en el "interior" del medio de comunicación. Por eso es necesaria una transformación que se base en unos valores colectivos y se aleje de la exigencia dominante de lo individual, y para conseguirlo hay que empezar a cambiar desde dentro para hacerse con un valor fundamental y que parece estar encerrado en un cajón: la unidad, tanto con los compañeros como con los lectores.
De
ahí la importancia de los medios y periodistas independientes, los que
realmente se exponen en el debate, a posicionarse contra el discurso impuesto por el capital que crea tanta
desigualdad y los que realmente establecen a los lectores en el centro de la
mesa. En estos tiempos, cuando tanto la sociedad como el discurso político
aparentan radicalizarse, el periodismo independiente no deja de superar
obstáculos ante la opinión generalizada y sustentada desde los medios propagandísticos.
Las campañas de adaptación del capital,
interesadas y malintencionadas contra el ejercicio y la ética profesional,
tiene la capacidad de enterrar (mediáticamente hablando) a cualquier persona
que se mantenga económicamente ejerciendo el periodismo.
No
es momento de la renovación, sino de la transformación de una maquinaria en
deterioro que tanto daño hace a la profesión. El periodismo político será combativo o no será.
Adrián
Claudio Bonache (@otroadri)
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