Decadencia. Esta es la palabra que resume perfectamente la carencia de alternativas para alcanzar un progreso social y erradicar los comportamientos que provocan una enorme e intensa discriminación y desigualdad. Lo único que se puede afirmar es la pérdida de rumbo que sufre nuestra sociedad.
La polémica que han levantado los ataques racistas de tres jóvenes menores de edad en el Metro de Madrid es uno de los muchos ejemplos de esta deriva, poniendo en duda los valores éticos, la educación y el respeto.
Ante este vídeo sobre los ataques racistas que se ha hecho viral, miles de personas han optado por justificar una supuesta agresión contra una de las jóvenes. Esto también es una locura, pues no deja de significar la desprotección de menores.
Jamás se nos ocurriría defender estas justificaciones si viniesen de ideas ideológicas totalmente contrarias. No entiendo el motivo por el que en esta ocasión se utiliza una diferente vara de medir.
España sufre un enorme problema estructural que, a veces, se afronta como conflictos aislados e individuales, lo que supone un problema, dado que la indignación por un vídeo que se ha hecho viral parece que imposibilita ver todo lo que se esconde detrás de estos ataques y comportamientos.
No existe la capacidad de señalar y atacar directamente y de forma organizada a la raíz del problema, que son las políticas migratorias, los partidos que han adoptado un discurso fascista, racista y xenófobo, fomentando el odio y la discriminación, señalando la pobreza y construyendo una imagen de delincuencia e inferioridad hacia todo lo que no encaje con la "autenticidad española". Tres menores de edad no tienen el poder de fomentar todo esto ni de pactar con una ultraderecha que tiene un papel demasiado importante en todo este caos. Son otras las causas del problema, algunas con nombres y apellidos y otras con funciones institucionales específicas. A esto último es a lo que hay que oponerse de forma organizada.
Personalmente, me indigna lo sucedido y el racismo de las tres menores, aunque soy consciente de que lo visto en ese vídeo es solamente una ínfima parte de todo lo que hay detrás. Hoy, muchos combatientes de sofá justifican agresiones a menores y se creen con autoridad para dar lecciones sobre estrategias para combatir al fascismo. "Al fascismo no se le discute, se le destruye", dicen. No sé hasta qué punto se van a infantilizar lemas y la lucha antifascista, pero Durruti tiene que estar avergonzado. Estáis pidiendo (desde vuestra casa) palizas a menores por sus ataques racistas, no estáis combatiendo a vida o muerte contra las tropas de la Alemania nazi.
Hace tres meses un estallido social provocó una serie de manifestaciones antirracistas que denunciaban el racismo institucional y exigían justicia para las víctimas de la represión y abuso policial. Hubiese sido un buen momento para que esta lucha hubiese contado con un gran respaldo social, pero algunos decidieron otorgar más importancia al coronavirus que al racismo, que también es un virus que lleva siglos incrustado en nuestra sociedad.
Hubiese sido un buen momento para reaccionar, pero algunos pretenden reducir su lucha en agresiones contra menores. Este es uno de los síntomas de la constante decadencia.
Adrián Claudio Bonache (@otroadri)
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