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Aunque el armario se vista de seda, jaula se queda

 

Lamentablemente, muchas personas siguen considerando una enfermedad cualquier orientación sexual que no “cumpla” con lo dictado por el sistema heteropatriarcal, un sistema que durante tanto tiempo se ha encargado de crear desigualdad y discriminación y que, a día de hoy, sigue vigente en nuestra sociedad.

Este sistema heteropatriarcal establecido no solo provoca odio hacia las personas homosexuales, sino que también es capaz de que movimientos y luchas sociales por los derechos del colectivo LGTB justifiquen pequeños ataques, sobre todo en el lenguaje social y extendiéndose a la cultura popular, sin ser conscientes de todo lo que puede esconderse detrás de ellos. Pero esto no significa que determinadas expresiones y formas de hablar no desprendan un tufo homófobo.

El claro ejemplo del papel que juega el sistema heteropatriarcal es la normalización y justificación del uso de modismos como “salir del armario”. Muchos se alegran de que haya gente que tenga las puertas de su armario abiertas de par en par, pues significa que posiblemente hayan dado el paso hacia su libertad sexual. Y es aquí donde se encuentra el problema.

Crecemos en una sociedad homófoba que, sin ni siquiera darte cuenta, hace años te impuso un “armario”, incluso antes de que tú mismo fueses totalmente consciente de  tu condición sexual. Esta exclusión a la que han llamado “armario” no es más que discriminación que te atormenta para que te escondas, para que no puedas ser tú y para hacerte creer que tienes que declarar públicamente tu homosexualidad, como si tuvieses que dar algún tipo de explicación a la Santa Inquisición.

“Salir del armario” no debería ser considerado un logro, principalmente porque las personas heterosexuales no tienen la necesidad de explicar su condición sexual, no tienen preocupaciones por un posible rechazo o discriminación en sus vidas, ni en las aulas ni en el ámbito laboral o familiar, y porque, básicamente, nunca se les ha impuesto un “armario” oscuro donde encerrarse y esconderse. Fomentar la idea de que tarde o temprano hay que dar ese paso también me parece homofobia.

Millones de personas son estigmatizadas y etiquetadas por su condición sexual. Esto no es un logro, sino todo lo contrario, es la misma homofobia ejercida contra la persona que estaba “encerrada en el armario”, pero vista con otros ojos por creer que había conseguido la libertad sexual al salir de la jaula. Asociar a la homosexualidad lo que conocemos como “pluma” es un buen ejemplo de las etiquetas impuestas, bien por pensar que cualquier condición que no sea la heterosexualidad lleve implementada la “pluma” o bien por pensar que cualquier aspecto afeminado (siempre dependiendo de la idea que el género ha construido de lo que es femenino o masculino) es inferior a la masculinidad.

Esta expresión que tanto nos gusta utilizar tiene aún más oscuridad a sus espaldas. Miles de jóvenes no hacen pública su homosexualidad hasta que no alcanzan una estabilidad e independencia económica. España lidera el ranking de desempleo juvenil de toda la UE y el 81% de los jóvenes españoles no se puede independizar hasta los treinta años. Imaginad la cantidad de personas que se ven obligadas a esconderse durante todo este tiempo.

En algunas ocasiones, la única posibilidad de supervivencia para muchos homosexuales se reduce en ocultarse y formar una falsa personalidad ante la sociedad, es decir, no poder ser quienes realmente son. Incluso entre los más pequeños existen riesgos, siendo la homosexualidad uno de los principales motivos de acoso en los centros educativos. Desde esta problemática hasta el silencio de las generaciones anteriores que no están dispuestas a salir jamás de esa jaula. En esto se basa la homofobia, en construir y extender una idea basada en tildar de enfermedad o vergüenza todo lo que no se ajuste a los cánones impuestos por el heteropatriarcado.

Por mucho que aplaudan ese enorme paso de “salir del armario”, la realidad seguirá siendo que se ha estigmatizado la homosexualidad hasta tal punto de considerarla como una vergüenza a la que tienes que hacer frente eligiendo un buen momento, preparando el terreno y buscando aliados, como si de una guerra se tratase.

No es un armario ni una jaula de oro donde puedes ser “libre” de ataques homófobos. Recordad que por mucho que la jaula sea de oro, nunca dejará de ser una jaula. No sirven decenas de noticias sobre consejos para “salir del armario”, al igual que considero un error incitar a alguien a `desarmarizarse´. Esto solo es un cuento que ayuda más al mantenimiento del sistema heteropatriarcal que a formar una verdadera oposición contra él. La única solución se encuentra en una sociedad involucrada en la lucha contra la homofobia, que elimine la idea de la existencia de un lugar donde hay que esconderse, en lugar de alimentar o ignorar la idea de encarcelar y silenciar a las personas por su orientación sexual.

Parece que es una obligación hacer pública la condición sexual de uno mismo, pero recuerden que nadie la tiene, ya sea porque a la sociedad no le interesa lo que nos guste o deje de gustar, o simplemente por oponerse a la idea de la heteronormatividad. Dejad de imponer de forma directa o indirecta la vergüenza, el miedo y las diferencias, sobre todo si nunca os habéis parado a pensar en la ausencia de rayos de luz dentro un armario con las puertas cerradas.


Adrián Claudio Bonache (@otroadri)


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