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El graffiti como participación política y denuncia social

 

Adrián Claudio Bonache (@otroadri)


Todo individuo necesita una seña de identidad y pertenencia, una forma de expresar lo que siente y reivindicar sus intereses de manera que se hagan notorios en el debate político y social. Una sociedad dividida en clases ha de hacerse con vías comunicativas por la cuales consigan denunciar las injusticias originadas por las desigualdades de clase y los abusos de un escenario político donde las normas son impuestas por las clases dominantes. Este es el valor del graffiti político.

Paredes, aceras, farolas, contenedores, puertas, persianas de tiendas, puentes… Todo está repleto de graffitis políticos que han llenado de mensajes unos pueblos y ciudades que iniciaban su día cuando despertaba la clase obrera y finalizaba tras el cierre de una nueva jornada laboral.


Iván Mendoza, profesor de Filosofía de la Cultura y autor de un trabajo de investigación sobre el graffiti, afirma que el arte callejero se puede asociar a lo largo de la Historia (desde el Imperio Romano y los esclavos) como una consigna de los oprimidos. También destaca que el impulso de este tipo de arte en la etapa contemporánea tiene su origen en los movimientos del 68 (que tuvo un gran apoyo de artistas), donde surge la denominada “gráfica del 68” que da nombre al conjunto de pintadas y frases con temática social y política.

Al mismo tiempo, el arte del graffiti llegó a los movimientos estudiantiles de Estados Unidos, apunta Iván Mendoza. Nueva York y Filadelfia fueron las ciudades más destacadas en cuanto a los primeros inicios del arte callejero en este país (en ellas aparecen los nombres artísticos plasmados en forma de graffiti, lo que se conoce como tag). Las principales denuncias a través del graffiti estaban destinadas a los abusos policiales, a la lucha por la equidad racial y a la petición del fin de la injerencia estadounidense en Vietnam. Aunque algunos países como México o Puerto Rico también comprendieron rápidamente el poder difusor y reivindicativo de unas pintadas que exigían soberanía ante las injerencias capitalistas. Del mismo modo que la juventud española los utilizaba para oponerse al régimen franquista.

La intención de muchos artistas estadounidenses durante los movimientos estudiantiles fue hacerse notar en todos los espacios públicos posibles para que sus mensajes fuesen vistos por un mayor número de personas, por eso los trenes fueron un objetivo que estuvo en el punto de mira de los graffiteros. En 1977, cuando los vagones de los trenes estaban llenos de pintadas y esta expresión cultural era conocida por la mayoría de la población y tenía espacio en los informativos, las autoridades neoyorquinas iniciaron una lucha directa contra el avance del graffiti. Este momento fue clave para entender la diferenciación que se impone actualmente entre graffiti legal e ilegal.

Arte callejero legal e ilegal

El graffiti surgió en la calle como modo de protesta. Los mensajes expresados eran vistos y leídos en las calles. Pero la lucha institucional contra esta vía de comunicación (como todas las que han surgido de la desobediencia social) cambió por completo la interpretación de estas obras callejeras y, además, se encargaron de endurecer las sanciones para los que se atrevan a realizarlas.

Muchas instituciones públicas, como los ayuntamientos, han promovido alternativas ante lo que consideran “graffiti ilegal y daños al mobiliario urbano”. Estas nuevas alternativas se basan en ofrecer espacios públicos destinados únicamente a fomentar el arte urbano a través del spray. Pero… ¿acaso existe el graffiti legal?

Barcelona es una de las ciudades donde más graffitis se realizan (y donde más graffiteros acudían antes de la imposición de graves sanciones económicas). Jordi Hereu, el que fue alcalde de la Ciudad Condal desde 2006 hasta 2011, aclaró en el documental Historia de Arte Urbano en Barcelona que cualquier ciudad “debía aspirar a intentar acotar y regular” el graffiti. Con el paso de los años y con Ada Colau como alcaldesa, los artistas callejeros de la ciudad no han sentido una relajación en las medidas y sanciones. De hecho, bajo “errores que no deben repetirse” se siguen borrando murales como el del artista Roc Blackblock, autor de esta obra en apoyo al rapero Pablo Hasél.




Lo mismo sucede con el Festival de arte urbano y graffiti realizado este año por el Ayuntamiento de Caudete que propone "la realización de un evento expositivo efímero en el que crear una creación contemporánea en espacios que han perdido su ausencia". 

Esta explicación sobre el festival deja ver la ignorancia de las instituciones sobre el significado y poder del graffiti. El arte callejero no sirve para tapar espacios que hayan perdido su esencia ni para rellenar paredes sin sentido alguno, sino que la obra ya brilla por su esencia y mensaje. Todo lo que no siga esta línea estará muy alejado de los orígenes de la cultura urbana.

Por otra parte, otras instituciones como el Centro Joven de numerosas ciudades (Cuenca entre ellas) también ha apoyado eventos para facilitar el acercamiento al graffiti por parte de los más jóvenes y, especialmente, de las personas en riesgo de exclusión social. En el caso del Centro Joven de Cuenca se llevó a cabo el “Taller de Arte Urbano Mr. Trazo”, donde los jóvenes podrían exponer sus graffitis.

El problema, según algunos artistas como SCANER o METS surge cuando las instituciones acaban con el verdadero significado del arte callejero, ya que lo que molesta a los poderes es la esencia y mensajes de las pintadas, por eso las prohíben, vigilan, investigan e ilegalizan. No es casualidad que desde los poderes intenten ocultar la cara reivindicativa de este tipo de arte urbano. Esta limitación y censura se puede ver diariamente en los medios de comunicación, pero ante el conflicto con el graffiti aparecen más dificultades para limitar y censurar los mensajes, pues son realizados de forma clandestina, anónima o firmando con un tag y no obtienen ningún tipo de remuneración al ser llevados a cabo únicamente como forma de protesta. Por este motivo, la vía fácil desde las instituciones es su prohibición y la creación de un falso graffiti "legal" a la vez que criminalizan el verdadero carácter del arte callejero surgido para protestar y molestar a los poderes que hoy lo señalan. 

Además, esta idea de la existencia del graffiti legal ha desembocado en la intervención del mercado capitalista en el arte callejero, dado que actualmente muchas empresas pagan por el trabajo de un graffitero que renueve la marca empresarial para conseguir así una diferenciación con la competencia. Y, al igual que se ha visto con diferentes luchas y movimientos sociales, cuando el mercado capitalista (que aviva las diferencias entre clases sociales -uno de los motivos del origen del arte urbano-) interviene en ellos significa que no suponen ningún peligro para los grandes poderes. Esto mismo está sucediendo con el graffiti, una cultura que poco a poco están dejando vacía de sentido. 

Uso del graffiti en movilizaciones sociales recientes

En un mundo globalizado, el graffiti se ha expandido hasta el último rincón del planeta y, aunque cada vez son más los intereses capitalistas que intervienen sobre ellos, sigue habiendo una gran cantidad de personas que ven en el spray una artística manera de expresión y denuncia. Por ejemplo, los ciudadanos chilenos que se manifestaban contra las políticas neoliberales de Sebastián Piñera y por el referéndum de una nueva Constitución señalaban y enseñaban al mundo a través de los murales la represión de los Carabineros, capaces de disparar a los ojos.



También se vieron graffitis a favor de las protestas en Francia de los `Chalecos Amarillos´, en este caso representando La Libertad guiando al pueblo.


Aunque no todas estas pintadas culturales se enmarcan a nivel nacional. Recientemente, las mujeres del programa radiofónico conquense Histéricas conectivas han realizado (con la ayuda de voluntarias de varias facultades) un mural en homenaje a mujeres que han sido fundamentales en la lucha feminista.


Hasta los colores escogidos para el graffiti político tienen su sentido. Como decía el rapero gallego Hard GZ en su canción Vamos viendo: “… las pedazo de pintadas que se ponen a borrar para colocar un blanco cutre, no te quieren ver pensar”. El arte urbano nació para protestar, no para contentar a las instituciones. Pueden decir que están en contra del graffiti, pero nunca podrán persuadir sobre la existencia de un graffiti legal. Todo eso terminará reduciéndose en vías comunicativas bajo la vigilancia de los poderes. El verdadero arte callejero jamás aceptó un poder más allá del que ya tiene.






 

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