Los medios de comunicación hace tiempo dejaron de cumplir las funciones del periodismo. Ya no cuentan la realidad; la manipulan, tergiversan y se niegan a informar sin espectacularizar los acontecimientos. Fomentan el morbo y el sensacionalismo. No tienen ni un ápice de vocación de servicio público ni intención de deberse al pueblo que cada día tiene menos espacio mediático. Los medios de comunicación están descuidando y abandonando la esfera pública donde se origina la opinión pública.
En el periodismo recae la labor de informar sobre todo lo que acontece a la sociedad y afecta a la vida pública. En plena pandemia, entre recortes contra el sistema sanitario, la falta de ingresos de miles y miles de familias, pérdida de empleos y cierre de negocios, un Ingreso Mínimo Vital que no llega a los hogares más necesitados, unos gobernantes que dejaron morir a nuestros ancianos en las residencias al negarles el traslado al hospital e impidieron a los sanitarios y profesores hablar con periodistas, y unas medidas que resultan ineficaces y confusas, los medios de comunicación imponen en el debate público lo más absurdo en estos momentos, como son por ejemplo los enfrentamientos por la brecha generacional.
Algunos medios de comunicación con prestigio y relevancia no cuentan la realidad, sino que la utilizan según sus intereses. Cuanto más vendan las polémicas que publiquen, más beneficios económicos y mayor difusión, aunque ello suponga desinformación y evitar que los lectores se aproximen a la realidad.
Bombardeos de información en nuestros dispositivos electrónicos, pero lo único que nos queda claro es que la élite defiende el mantenimiento de la economía desde el marco político. ¿Tanta información y no sabemos qué opinan los trabajadores que cada mañana se ven obligados a entrar en un vagón repleto de gente, ni de las personas que fueron despedidas por vivir en barrios confinados, ni de estudiantes que piden el cierre de colegios y universidades si no se garantiza una mínima seguridad?
Los grandes medios no hacen hincapié en las opiniones y explicaciones de estas personas porque esta información no vende, pero todas las respuestas de esa gente forman una opinión pública que está siendo rechazada, bien por unos intereses económicos respecto a la financiación o por un poder mediático que ha abandonado al pueblo para seguir facilitando la propagación del discurso de los que tienen veinte micrófonos y veinte cámaras en cuanto abren los ojos por la mañana. Y es que las opiniones de los trabajadores y trabajadoras que piden los EPI, protección y ayudas económicas para no verse en la obligación de cerrar pequeños negocios parece que valen mucho menos que las declaraciones más estériles y alejadas de los ciudadanos.
Para combatir al discurso elitista debemos exigir a nuestros medios de comunicación que ejerzan un periodismo por y para el pueblo, que ayuden a la difusión de la opinión pública y que, además, los gobernantes la escuchen y representen.
Además, tanto los gobernantes como los
medios de comunicación tienen la labor de garantizar el acceso a la esfera
pública a toda la población; los primeros garantizando todas las vías por las
que se pueden intercambiar ideas, argumentos y debates (conexión wifi,
ordenador o directamente combatir contra el umbral de pobreza que crea la
desigualdad en la intervención como "agente" o difusor directo de
información en la esfera pública) y, los segundos, facilitando la exposición de
unas opiniones e ideas generales, por ejemplo aceptando la participación de
personas que no sean periodistas pero puedan contar la realidad que se vive en
la calle, en los hogares y en los barrios. Solo así conseguiremos unos medios
de comunicación democráticos donde quepamos todos.
Adrián
Claudio Bonache (@otroadri)
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